Al finalizar el siglo XIX, las campañas políticas poco a poco tomaron fuerza dentro de las prácticas políticas nacionales, convirtiéndose en el siglo XX en una necesidad. Anteriormente solo una pequeña élite política era la que decidía los resultados, eso, siempre y cuando alguien no refutara levantándose en armas.
En 1876 Porfirio Díaz, rompiendo el orden legal que trató de consolidar Benito Juárez al triunfo de la república, llegó al poder como resultado de un levantamiento; sin embargo, inmediatamente convocó a elecciones en las que resultó vencedor. A partir de ese momento Díaz se convierte en el centro y eje del país.
En tiempo de elecciones, como por arte de magia en cuanto a los poderes legislativo y judicial, aparecían clubes políticos alrededor de los personajes que contaban con el apoyo oficial, “dichos clubes simulaban campañas políticas de corta duración; obtenían el triunfo de sus candidatos y desaparecían tan rápido como habían surgido”. En el caso de la presidencia, don Porfirio siempre era el candidato, y era apoyado por el Partido Reeleccionista y el Círculo de Amigos de Porfirio Díaz, agrupaciones que sólo surgían cuando había que ratificar la reelección de Díaz. Pero después de ocho periodos, la oposición exigía un cambio; el cambio era inminente.
Así, en 1909, Francisco I. Madero no se detiene hasta formar el Partido Antireeleccionista, resumiendo parte de su programa en el lema “Sufragio efectivo, no reelección”. El movimiento fue muy amplio porque proyectaba constituir un régimen democrático.
Madero fue elegido candidato para enfrentarse a don Porfirio, era la primera vez que en México un candidato presidencial realizaba una campaña como Dios manda. Por todo el territorio se exponían las ideas y las propuestas. Madero fundó y patrocinó varios periódicos. No obstante al gran esfuerzo realizado, las elecciones se efectuaron en medio de muchas irregularidades, tales como encarcelamientos, fraudes, restricciones para sufragar, etc.
A pesar de que el Partido solicitó la anulación de los comicios, la Cámara de Diputados declaró oficialmente que Díaz había sido reelecto. Esta decisión fue la gota que derramó el vaso. Madero convocó a la lucha y unos meses después, en mayo de 1911, el gobierno de Díaz y los revolucionarios firmaron los Acuerdos de Ciudad Juárez que establecían la renuncia de los mandatarios, para pacificar el país y convocar a elecciones. De la Dirección General del Archivo Histórico y memoria legislativa (2006). Las campañas presidenciales en México. De LIX Legislatura-Senado de la Republica Sitio web:http://www.senado.gob.mx/library/archivo_historico/contenido/boletines/boletin_39.
Amable lector: ¡las campañas electorales arrancaron! Y después de Madero, sí que han evolucionado. Más de un siglo no ha bastado para lograr el cambio, creo que a diferencia de aquel entonces cuando la modernidad y el orden imperaban, (a pesar de), hoy los mexicanos estamos de remate, sin rumbo ni país, aplastados por un sistema corrupto que se resiste a desaparecer, gobernados por personajes que necesitan menos de un año para hacerse millonarios.
La sociedad actual esta corrompida hasta la médula, no recuerdo un momento de mayor crispación social, de violencia, de hartazgo y de desesperanza como el que ahora se respira en nuestra tierra. Vivimos en medio de una guerra civil protagonizada por los carteles y el combate del gobierno con el crimen organizado.
Estas votaciones se vislumbran complicadas, no hay creatividad en las propuestas y aunado a ello, el número de candidatos es tal, que se necesitará organización electoral y mucha concentración para efectuar el voto deseado. Es muy posible que a pesar de los esfuerzos, las elecciones se desarrollen como en aquel entonces, en medio de muchas irregularidades imposibles de impugnar.
89 millones de mexicanos tendrán la oportunidad de cambiar el rumbo de este país. ¿60 millones de spots alcanzaran para convencer al ciudadano?