El café, originario de Etiopía, cautivó a la humanidad desde su descubrimiento, cuando se dice que un pastor notó la energía extraña de sus cabras tras consumir ciertos frutos rojos. Esta bebida energizante pronto se propagó por el mundo islámico a través de Yemen, convirtiéndose en una parte esencial de la cultura y la espiritualidad sufí.
En el siglo XVII, el café llegó a Europa, superando inicialmente la resistencia y el escepticismo para establecerse como una bebida popular. Las cafeterías se abrieron en las principales ciudades, convirtiéndose en centros de intercambio intelectual y social.
El colonialismo europeo expandió el cultivo del café a nuevas regiones, especialmente en América Latina, donde países como Brasil y Colombia emergieron como líderes en la producción mundial. Esta expansión, sin embargo, estuvo marcada por la explotación y la esclavitud.
El siglo XX trajo innovaciones como las máquinas de espresso, diversificando la experiencia del café y dando paso a la cultura del café de especialidad, que valora la calidad y el origen ético.
Hoy, el café es una industria global y una parte indispensable de muchas culturas, con una creciente conciencia sobre la sostenibilidad y la justicia en su producción.