Le dedicas a veces, unos minutos entre clicks y parpadeos, entre correos, a mensajes a ideas, entre espacios que están reservados para ser productivos porque los días de la semana son para trabajar, igual te escapas un segundo o dos para dejar salir un “hola” o mandar un “link”, entre el Facebook y el whats (sin cerrar spotify) queda poco que decir que no se haya dicho ya, pero cada letra vale de algo, cada frase, cada silencio, sirven para otra cosa, la vida en línea es así… insistes, entre sueños decides algo mas, para al despertar volver a evaluar todo de nuevo, para pensar, recordar, temer, re-calcular y dejar que la razón (ja) decida mejor… la vida fuera de línea es así.
Hace mucho tiempo en una galaxia muy lejana, la gente solía escribirse a distancia, llenar con tinta un papel, manchado de letras, sueños y esperanzas, a distancia se planeaba todo, a distancia se vivia, se alcanzaba, se volvía un poco de verdad, después del matrimonio nadie se cuestionaba nada porque, solía funcionar, hoy dudamos cada pixel, cada click, cada milímetro, cada suspiro, la libertad que nos ha regalado la evolución bien podría ser una trampa de esas imposibles de evitar que poco espacio dejan para errores, recompensan nada, además de ser indefinibles e indetectables.
Lo terrible de la tecnología es que es maravillosa, lo maravilloso de la humanidad es que somos terribles; mientras navegas otro poco hoy, mientras se debilitan los clicks y se suman las canciones (si es al contrario estas en aprietos) intentemos dedicar un par de segundos reales a las cosas que SI valen la pena, a las personas que SI están, a los resultados que se suman, a las ideas que aportan, a todo eso que parece imposible pero nunca, nunca, deja de estar… entre todos podemos mejorar el mundo, un click a la vez.
